para ti, artista
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miércoles, 19 de junio de 2013
A veces, cuando estoy sentado en el sofá, perezoso, sucio y aburrido, me pregunto en qué momento de mi vida fracasé. Mi torso, antes musculoso, se ha vuelto una bola grande y gelatinosa. Mi cabello, que antes respiraba ella como si fuera un perfume, se ha vuelto grasiento, y mi barba ha crecido mucho desde que no me afeito. Las cortinas están echadas, no hay luz. Lo único que alumbra mi descuidada figura es el brillo del televisor. Miro programas hipnotizado, pero no me entero de nada. Mi mente se va siempre a otro lado. Cómo te hecho de menos... Abro mi cuarta cerveza y bebo un trago. No está fría ni tampoco buena, pues la lata le da un sabor metálico asqueroso, pero bebo igual solo para olvidar por un momento. La cerveza no calma mi sed, la pizza no llena mi estómago. Me siento muerto. Agobiado, tiro la lata vacía a la distancia. Choca contra las paredes y deja en el ambiente un eco perturbador. Comienzo a llorar desconsolado. La tele proyecta sombras tenebrosas, que parecen llorar conmigo, pero no, estoy solo. Acabo de llorar y me seco las lágrimas. No sé cuánto tiempo ha pasado. Miro por la ventana y solo veo frío y oscuridad. Ella ya no aparecerá por la calle para espantar mi soledad. Regreso a mi sofá, donde intento acomodarme para no sufrir más de lo debido. Me siento tan vacío que ni todas las cervezas podrán llenarme. Pero lo intento. Recobro la consciencia mucho después y me encuentro vomitando en el váter. Estoy mareado, cansado y absolutamente deprimido. Me acuesto en el sofá, donde pasaré solo una noche más, esperando algo que me haga recuperar las ganas de estar vivo.
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